La tecnología tiende a ser cada vez más accesible, tanto en relación a los costos como al funcionamiento, pero siempre centrada en la experiencia del usuario, personalizándola en relación al entorno en el que se cuenta. Debemos dejar atrás el concepto de usar el TPV como caja registradora y formar al hostelero sobre la digitalización en hostelería y el ROI de la inversión para el negocio.
El objetivo es vencer el miedo al cambio, en todos los niveles del negocio. Todo empleado teme perder su trabajo y todo empresario teme pérdidas por una mala inversión. Mantener una cultura flexible, salir de la zona de confort y formarse es la opción para seguir las tendencias del sector.
La responsabilidad de ejecutar el plan de digitalización tiene que estar bien definida dentro del equipo, pero con un liderazgo claro desde la dirección, que debe estar siempre implicada y saber cómo funciona. De esta manera, se evitan crisis concretas ante la rotación del personal.
Automatizar las tareas es una ventaja competitiva para que el staff aproveche este tiempo que se gana de manera inteligente. La comunicación con el personal es imprescindible para trasladar las necesidades al equipo y que participen en la modificación de los protocolos, con la resistencia natural, pero con una sensación de implicación y pertenencia.
La hostelería en España es mayoritariamente un negocio tradicional con una cultura (y un presupuesto para inversión) concreta. La pandemia ha traído un cambio de paradigma y una falta de recursos (personales y económicos).
La velocidad a la que evoluciona el sector desde 2020 ha obligado a todos a actualizarse y, el take away y el delivery (de 200 a 2.000 rtes que comenzaron por necesidad y que se mantienen por rentabilidad) o las dark kitchens están en boca de todos.
Se ha pasado de un 10% de venta online al 100% en 2020/2021 y ahora se estima que se estancará entre un 30-40%. Hay diferentes modelos de consumo con distintos horarios, y la capacidad de prever los cambios y la agilidad de captación marcará la diferencia.
Las encuestas de satisfacción son una herramienta a incluir en cualquier estrategia en hostelería, junto con la robotización de los espacios tradicionales- como las cocinas o incluso parte del servicio de barra-.
Entender los puntos de mejora ayuda a aumentar la visibilidad y atraer el tráfico al negocio. Los datos permiten saber más del consumidor para conocer qué, cómo y cuándo quiere consumir.
Por otro lado, los países con una mayor robotización tienen una tasa de paro mucho menor. Aporta valor en los trabajos repetitivos y permite que los empleados reciban más propinas y dediquen más tiempo a lo que más les gusta: el trato con el cliente.
En un sector que sigue remontando, nunca se puede perder de vista la gestión de la incertidumbre, aprovechar la oportunidad y vencer el vértigo a los cambios.